Es un prototipo de ficción sobre la muerte como un proceso ecológico, accesible y eficiente.
Se propone como una alternativa a los rituales y técnicas mortuorias tradicionales, entendiendo la muerte como un reencuentro entre el cuerpo humano y la naturaleza.
Surge a partir de tres problemáticas: la sobrepoblación, la sustentabilidad y la accesibilidad; y su objetivo es devolverle a la tierra la energía que alguna vez nos dio.
El proyecto imagina un acuerdo entre la Dirección General de Cementerios y la Dirección General de Espacios Verdes y Arbolado de la Ciudad de Buenos Aires.
Consiste en una red de arboles autóctonos a lo largo de la ciudad. Cada uno de ellos es plantado sobre un difunto, previamente envuelto en una fina capa de micelios que colabora en la descomposición y el crecimiento del árbol.
Proyecto realizado por Paz Chiro Tarrab, Lola Llamazares y Mora Iturriaga en la materia Prospectiva.